Bueno, bueno...la tía de mi madre. Todo tan bello y suntuoso, que solo una sola vez dejó entrar a los niños de la familia en su residencia. Ahi andábamos, sin saber donde poner o no, los pies. Nada sabíamos del oro, las joyas, las porcelanas chinas...solo queríamos disfrutar del banquete que ofreció para mostrarnos su segundo marido extranjero.
Los niños al jardín de invierno? Si...así fué y para siempre, ya que niños, nunca más hubo en su bendita casa. Pobre mi madre, no sabía qué regalarle...
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