María del Pilar, nunca llegó a conocer un príncipe que la rescatara del profundo silencio que gritan los sueños jamás contados. Resignada , pero felíz, el tiempo absorvió su bella figura, no antes de marcharse...me entregó todas las reliquias que delicadamente, confeccionó con sus manos de seda blaca y deditos de mariposas inquietas.
¡¡¡¡¡¡¡¡¡Los ajuares de las tías!!!!!!!!!!
ResponderEliminarUna vez cobré una buena tunda - entre miles que recuerdo, ya que era la didáctica de la época de mi infancia - por haber abierto un baúl que la mayor de mis tías y mi preferida, guardaba en el cuarto de los trastos, que existía en casi todos los hogares. Me acuerdo que arrastré en mi investigación y posterior violación de un enorme candado a su hijo, dos años mayor que yo, pero que era un santo con todas las letras. Por eso se fue temprano de este mundo.
Aclaro que algo de malo tendría mi conducta de aquéllos años, pues tenía una característica que perdí: no había cerradura ni candado que pudiera serme difícil abrir. ¿Será que en una vida anterior habré sido cerrajero o... ladrón, tipo Arsenio Lúpin? el caso es que, cuando abrí el candado de hierro que vigilaba al susodicho baúl, ante nuestros maravillados ojos aparecieron blusas de encaje, de chiffón, bordadas con lentejuelas, con canutillos, con pasamanerías; sombreros desde bellos hasta ridículos; zapatos rarísimos para la época de nuestra infancia, cintos, lazos...
Demás está contar que procedimos a disfrazarnos.
Todo olía a rancio mezclado con lavanda y polvos faciales, el olor vuelve a mi mente como si fuera recién.
Estábamos tan felices, riéndonos frente a un enorme espejo con la luna partida, que nos desfiguraba, que no escuchamos que alguien llegó, hasta que fue demasiado tarde.
Todavía me duelen los pelos de la cabeza, porque me cazaron de las trenzas cuando intenté huir, calzando unas sandalias con plataformas enormes, envuelta en gasas y chiffones y brillando las lentejuelas de una blusa preciosa; y mi pobre primo, al que no le pegaron por que no sé por qué maldito karma siempre me culpaban a mí de todas las diabluras, miraba todo con los ojos abiertos enormes bajo una capelina rosada con unas rosas de tul, enormes, y con restos de algo que debió ser helecho natural y una larga bufanda de seda alrededor del cuello.
Candados cambiados, nuevitos, pero mi técnica de apertura no falló jamás y seguí visitando el cuarto y el baúl prohibidos, con más frecuencia que antes, pero sola, para no tener delatores en caso de peleas con alguno de mis primos.
¡Me hiciste recordar el tiempo en que la vida era un estreno diario, llena de ilusiones y alegrías, sin darnos cuenta del dolor que nos rodeaba!
Gracias, querida Rita.
Besotes
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